La luna de hoy vino a recordarme el misterio de tu ausencia. Esa es la palabra, un misterio hasta el momento.
Cómo te explico, que la incertidumbre terminó por consumir la fortaleza que pensé imposible por disputar.
Ya no quiero tus razones, ni tus palabras, ni tus promesas. Ya no las quiero, aunque las desee. No quiero tus ojos amielados, ni tu barba raspándome las mejillas, ni tus gestos al hablar, ni tu personalidad seria y responsable. Nada de eso ya.
No pretendo indagar tus motivos. Me siento cansada de tomar ese papel. El de la analítica, la intuitiva, quien termina percibiendo aquello que no ve y que es.
Mis cambios no han sido en vano, al menos eso quiero creer. Pero cómo te explico, que mi esencia permanece, y al dolor no soy inmune.
Cómo te explico que esto de entenderte no es fácil... pero para qué te quiero entender, si ni yo lo hago conmigo.
Si pudiera dejar un pedazo de este sentimiento en el cesto de la basura, lo haría. Sin embargo permitiré que se desvanezca interiormente, aunque los vestigios sean unas cuántas lágrimas sobre mi almohada; unas palabras publicadas con sabor a desahogo; o unas letras acompañadas de mi guitarra que se conviertan en canción.
Supondré que esto es el resultado de los sentimientos encontrados por irme de nuevo. Supondré que no eres mi única razón para navegar en este mar de confusiones.
Pero te diré algo: me basta saber que hay motivos extraordinarios para disfrutar mi estancia en este planeta de locos. De eso no me cabe duda.
Hoy dormiré con una sonrisa, mojada por el agua que salga de mis ojos. Y mañana despertaré con la misma sonrisa, donde el tiempo ocupado por los sueños, habrá secado las lágrimas que pasaron por mis labios.
Cómo te explico, que la incertidumbre terminó por consumir la fortaleza que pensé imposible por disputar.
Ya no quiero tus razones, ni tus palabras, ni tus promesas. Ya no las quiero, aunque las desee. No quiero tus ojos amielados, ni tu barba raspándome las mejillas, ni tus gestos al hablar, ni tu personalidad seria y responsable. Nada de eso ya.
No pretendo indagar tus motivos. Me siento cansada de tomar ese papel. El de la analítica, la intuitiva, quien termina percibiendo aquello que no ve y que es.
Mis cambios no han sido en vano, al menos eso quiero creer. Pero cómo te explico, que mi esencia permanece, y al dolor no soy inmune.
Cómo te explico que esto de entenderte no es fácil... pero para qué te quiero entender, si ni yo lo hago conmigo.
Si pudiera dejar un pedazo de este sentimiento en el cesto de la basura, lo haría. Sin embargo permitiré que se desvanezca interiormente, aunque los vestigios sean unas cuántas lágrimas sobre mi almohada; unas palabras publicadas con sabor a desahogo; o unas letras acompañadas de mi guitarra que se conviertan en canción.
Supondré que esto es el resultado de los sentimientos encontrados por irme de nuevo. Supondré que no eres mi única razón para navegar en este mar de confusiones.
Pero te diré algo: me basta saber que hay motivos extraordinarios para disfrutar mi estancia en este planeta de locos. De eso no me cabe duda.
Hoy dormiré con una sonrisa, mojada por el agua que salga de mis ojos. Y mañana despertaré con la misma sonrisa, donde el tiempo ocupado por los sueños, habrá secado las lágrimas que pasaron por mis labios.
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