Réquiem por una ciudad tranquila
Que la ciudad ha cambiado bastante; que la modernidad la ha transformado; que antes se respiraba tranquilidad en este Estado y ahora, se ha convertido en una zona de narcotráfico y por ende, de violencia e inseguridad.
No, definitivamente Aguascalientes ya no es lo mismo de antes... lo dicen todos. El vecino, el taxista, el político, el maestro, el compañero de la escuela que refleja en sus crónicas ese sentimiento de nostalgia al ver a su ciudad transformada, transmutada, aniquilada por quienes tienen sed de renovarla y modernizarla. Porque los cambios no han sido únicamente sociales, dicen. Esta transfiguración abarca la estructura y arquitectura que viste a la tierra hidrocálida.
Recuerdo con singular agrado aquél día cuando estando en mi lugar de nacimiento, llamado Mexicali, recibí la noticia tan esperada: te aceptaron en la UAA. Me bastaron unas horas para comenzar a investigar todo lo que podía para ir conociendo al menos en fotos, la ciudad de Aguascalientes. Mi destino en lo que serían los próximos 2 meses.
Explorando en algún sitio de internet, estaba yo maravillada con todos esos lugares que pronto podría ver en vivo y a todo color: el palacio de gobierno, plaza patria, la catedral, el templo y el jardín San Marcos, el teatro Morelos, y toda esa cantidad de museos que en mi tierra no hay.
Llevo aquí ya 4 meses y ese estilo neoclásico en la mayoría de su arquitectura me sigue maravillando al recorrer el centro histórico.
Sin embargo, 4 meses en los que he llegado a percibir la reacción de los hidrocálidos frente a tan acelerados cambios, particularmente en el ámbito social.
La ciudad está asustada, indefensa, desabrigada. Como recién huérfano cuando pierde a sus padres, Aguascalientes inicia otra etapa en su historia, me atrevo a escribirlo. Y es que era imposible creer que jamás llegaría este momento; mientras en el país la violencia sigue floreciendo y parece estar en su máximo esplendor, era absurdo imaginar que este Estado no fuera consumido por esa plaga de despotismo que a nivel nacional se está viviendo.
La plaga entró con el narco. Aquél 15 de febrero, parecía ser un día de escuela como cualquier otro. Apenas comenzaba mi proceso de adaptación. Y ahí estaba, esperando mi clase de tele, cuando escuché la noticia que había sacudido a la ciudad: 4 policías muertos. Nadie sabía a ciencia cierta lo que había ocurrido realmente. Al menos no el grupo de alumnos que estábamos ansiosos por saber la verdad.
La verdad que para los ciudadanos se traducía en una psicosis social, y para Luis Armando, distinguido gobernador de esta tierra, se resumía en un hecho aislado. Ah, y también casuístico.
Para mi ese suceso fue un parte aguas para los hidrocálidos. Fue el despertar de ese sueño guajiro de que aquí no había narco ni nada de esas cosas.
Debo confesar que la reacción de la gente me sorprendió; quizá por el hecho de que en tierras cachanillas estos aconteceres son el pan nuestro de cada día; no es orgullo decirlo. Tampoco digo que he perdido mi capacidad de asombro y que los mexicalenses hemos perdido sensibilización frente a tanta balacera. Pero el hecho de darme cuenta de esa mutación de la que la sociedad ha sido víctima; me ha orillado a caer en una serie de reflexiones.
Se acabó el sueño utópico de que todavía se podía respirar tranquilidad en algún punto geográfico de esta viciada nación. Se acabó al menos para la Marilu.
¿Qué sigue ahora para Aguascalientes? ¿Qué sigue a parte de la renovada y tan esperada Feria Nacional de San Marcos 2007?
Sea cual sea el mono que tome el poder en las próximas elecciones, ya no hay vuelta atrás. Estamos en el mismo barco que es México. Y si en Mexicali nos hunde la violencia y el narco continúa quitándole la pluma a periodistas que se atreven a escribir sobre ellos; Aguascalientes no está inmune.
Duele de verdad reconocer que este Estado del cual muchos mexicanos teníamos fe al señalarlo como uno de los más tranquilos y pacíficos del país, se haya infiltrado por los arrogantes desenfrenos del poder.
Réquiem por la ciudad tranquila.
No, definitivamente Aguascalientes ya no es lo mismo de antes... lo dicen todos. El vecino, el taxista, el político, el maestro, el compañero de la escuela que refleja en sus crónicas ese sentimiento de nostalgia al ver a su ciudad transformada, transmutada, aniquilada por quienes tienen sed de renovarla y modernizarla. Porque los cambios no han sido únicamente sociales, dicen. Esta transfiguración abarca la estructura y arquitectura que viste a la tierra hidrocálida.
Recuerdo con singular agrado aquél día cuando estando en mi lugar de nacimiento, llamado Mexicali, recibí la noticia tan esperada: te aceptaron en la UAA. Me bastaron unas horas para comenzar a investigar todo lo que podía para ir conociendo al menos en fotos, la ciudad de Aguascalientes. Mi destino en lo que serían los próximos 2 meses.
Explorando en algún sitio de internet, estaba yo maravillada con todos esos lugares que pronto podría ver en vivo y a todo color: el palacio de gobierno, plaza patria, la catedral, el templo y el jardín San Marcos, el teatro Morelos, y toda esa cantidad de museos que en mi tierra no hay.
Llevo aquí ya 4 meses y ese estilo neoclásico en la mayoría de su arquitectura me sigue maravillando al recorrer el centro histórico.
Sin embargo, 4 meses en los que he llegado a percibir la reacción de los hidrocálidos frente a tan acelerados cambios, particularmente en el ámbito social.
La ciudad está asustada, indefensa, desabrigada. Como recién huérfano cuando pierde a sus padres, Aguascalientes inicia otra etapa en su historia, me atrevo a escribirlo. Y es que era imposible creer que jamás llegaría este momento; mientras en el país la violencia sigue floreciendo y parece estar en su máximo esplendor, era absurdo imaginar que este Estado no fuera consumido por esa plaga de despotismo que a nivel nacional se está viviendo.
La plaga entró con el narco. Aquél 15 de febrero, parecía ser un día de escuela como cualquier otro. Apenas comenzaba mi proceso de adaptación. Y ahí estaba, esperando mi clase de tele, cuando escuché la noticia que había sacudido a la ciudad: 4 policías muertos. Nadie sabía a ciencia cierta lo que había ocurrido realmente. Al menos no el grupo de alumnos que estábamos ansiosos por saber la verdad.
La verdad que para los ciudadanos se traducía en una psicosis social, y para Luis Armando, distinguido gobernador de esta tierra, se resumía en un hecho aislado. Ah, y también casuístico.
Para mi ese suceso fue un parte aguas para los hidrocálidos. Fue el despertar de ese sueño guajiro de que aquí no había narco ni nada de esas cosas.
Debo confesar que la reacción de la gente me sorprendió; quizá por el hecho de que en tierras cachanillas estos aconteceres son el pan nuestro de cada día; no es orgullo decirlo. Tampoco digo que he perdido mi capacidad de asombro y que los mexicalenses hemos perdido sensibilización frente a tanta balacera. Pero el hecho de darme cuenta de esa mutación de la que la sociedad ha sido víctima; me ha orillado a caer en una serie de reflexiones.
Se acabó el sueño utópico de que todavía se podía respirar tranquilidad en algún punto geográfico de esta viciada nación. Se acabó al menos para la Marilu.
¿Qué sigue ahora para Aguascalientes? ¿Qué sigue a parte de la renovada y tan esperada Feria Nacional de San Marcos 2007?
Sea cual sea el mono que tome el poder en las próximas elecciones, ya no hay vuelta atrás. Estamos en el mismo barco que es México. Y si en Mexicali nos hunde la violencia y el narco continúa quitándole la pluma a periodistas que se atreven a escribir sobre ellos; Aguascalientes no está inmune.
Duele de verdad reconocer que este Estado del cual muchos mexicanos teníamos fe al señalarlo como uno de los más tranquilos y pacíficos del país, se haya infiltrado por los arrogantes desenfrenos del poder.
Réquiem por la ciudad tranquila.
Comentarios
Saludos!
me da mucho gusto que te este llendo muy bien haya por algo pasan las cosas
atte:tu hermana eliza