Qué fragiles somos los seres humanos
Quizá para algunos sea más difícil admitirlo. No es mi caso.
La disciplina que he decidido aplicar en mi persona estos días es la autocrítica, en todos los aspectos.
Sé lo que no quiero ser.
Pero lo que quiero, es a veces tan complicado de clarificar. Porque un día admiro la belleza del amanecer como si fuese la primera o la última vez que lo disfrutase; la energía al mil por ciento y esas ganas de cambiar el mundo (o al menos mi entorno) con una sonrisa, como toda una Patch Adams, se convierte en mi religión.
Sin embargo, es tan fácil ponerme en el otro papel: el de los amaneceres grises; las quejas de siempre y de todos, las necesidades físicas, morales y psicológicas que no son satisfechas; la vida cual visión al estilo Schopenhauer.
Y las preguntas vuelven. Y las respuestas se esconden... o será que no las busco bien.
Etapas, etapas de la vida. Estos ventitantos que te invitan a pensar en lo que sigue. Discernir entre lo que tú quieres o lo que Él quiere, o lo que tus padres quieren, o lo que tus familiares esperan. Qué pena no poder darle gusto a todos. Alguna vez escuché que lo importante no es empezar, sino terminar, o mantenerte. Este semestre concluyo mi carrera; la cuestión es que estoy convencida de que este no es el final, sino el principio. Luego, bienvenida sea la parte de los comienzos importantes y difíciles... los que marcan ya el rumbo de toda una vida. Qué pequeña me siento.
Antier me viste confundida, caminando como es mi costumbre cuando no encuentro terapia más eficaz para calmar la angustia; caminar mientras platico contigo. Me viste llorando frente a una casa desconocida, en una calle jamás pisada por estos convers viejos. Y supe que me falta tanto por saber, por aprender, por hacer... tan sólo una cosa te quise pedir:
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