Dame el camino

Demasiado impreciso; nebuloso, frágil.

¿A dónde lo giro?

Cuando llega esa pregunta, significa que algo sucedió conmigo: dormí demasiado, olvidé alimentarme, me quedé observando el vuelo de las gaviotas, o el azul del cielo. Qué sé yo.

Hoy me quedé estática y pasivamente navegué a donde las olas me llevaran. El resultado: terminé en el silencio, en la indecisión, en el espacio vacío y los puntos suspensivos que dejan el rastro de un sabor amargo. No vi la brújula... nisiquiera la busqué.

Pereza o miedo tal vez; lo que sea, pero no se vale. No es excusa. Los pretextos dije alguna vez que no los echaría a mi bolsillo. Porque es estúpido cargarlos, cuando poseo el don de la desición y la voluntad para saber a dónde dirigirme, hacia donde timonear.

Cómo expreso esto... por lo menos las teclas que resbalo son pacientes; ceden en cada error de ortografía y no hay culpabilidad. Tampoco rencor. Puedo dar delete o backspace.

Pero, ¿Cómo borras las palabras emitidas? Las palabras sinceras y que salen del alma no se esfuman; y no siempre se las lleva el viento. Las disculpas de pronto no bastan; menos aún las promesas.

Por esta noche sólo quiero mi brújula. Es lo que más necesito.